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miércoles, 6 de febrero de 2008

El submarino: Qué es y por qué lo usan

técnicas de tortura
Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. El hecho de que los políticos estadounidenses y los medios hayan podido hacer del uso del submarino algo “controvertido”, como si hubiera dudas de que es criminal, es un tributo al poder de la ofuscación, el lenguaje de doble sentido y de plano la mentira. Parece que mientras más la palabra se usa, menos significado tiene. Pero significa algo muy importante, tanto por lo que es como por cualquier sociedad que lo usa.
El 9 de noviembre de 2007, el Senado de Estados Unidos, en el que la supuesta oposición a Bush, el Partido Demócrata, tiene la mayoría, aprobó la decisión de Bush de nombrar como procurador general a un supuesto guardián del estado de derecho, a Michael Mukasey, un hombre que se rehusó a declarar al submarino ilegal o incluso a decir que debería ser considerado tortura.
De hecho, el submarino ha sido considerado una violación del derecho internacional por más de un siglo. Esto no ha impedido que se haya vuelto una de las formas de tortura usada por los gobiernos reaccionarios alrededor del mundo. En teoría también es ilegal bajo las leyes estadounidenses, lo cual no ha hecho mucho para impedir su uso. Que el gobierno de Bush lo practique abiertamente, con el apoyo implícito del Congreso, revela el grado al cual el concepto del estado de derecho ha llegado a ser considerado en Estados Unidos, en palabras de otro funcionario en leyes de Bush, “pintoresco”, o anticuado.
El submarino es llamado frecuentemente “ahogamiento simulado”, como si fuera simplemente una forma de asustar a la gente que está bajo interrogatorio. Pero no hay nada simulado en esto. Una persona es amarrada a una tabla, con un trapo sobre la cara. Las grandes cantidades de agua vertidas sobre el trapo le llenan los pulmones a la víctima y ésta se sofoca lentamente. Malcolm Nace, que trabajó en una escuela de la Armada de Estados Unidos que enseña la técnica, escribió en The Small Wars Journal: “Cuánto se ahogue a la víctima depende del resultado deseado y de la obstinación del sujeto.
“Un médico del equipo observa la cantidad de agua que es ingerida y los signos psicológicos que se muestran que el efecto del ahogamiento va de una experiencia psicológica dolorosa a un castigo horrendo, sofocante, y a la espiral final de la muerte. Para los no iniciados, es una escena horrorosa… Cuando se hace bien, es una muerte controlada”.
El gobierno francés fue particularmente notorio por usar “la tortura de agua” (como era conocido el submarino en esa época) contra la lucha de liberación nacional argelina que finalmente terminó en la independencia de la colonia francesa en 1962. En una película famosa acerca de esa guerra, La batalla de Argel de Gillo Pontecorvo, el coronel Mathieu, basado en el jefe del ejército francés en Argelia en la vida real, responde a una pregunta de un reportero acerca de la tortura: “Nuestro deber es ganar; por ende, que quede claro, le voy a hacer yo mismo una pregunta: ¿Debe Francia permanecer en Argelia? Si la respuesta aún es ‘sí’, usted debe aceptar todo lo que esto implica”.
Henri Alleg, el director de un periódico proscrito por las autoridades francesas, fue arrestado y torturado por paracaidistas franceses en 1957. En la prisión, escribió un libro acerca de esa experiencia. Jean Paul Sartre, uno de los intelectuales más prominentes de Francia, escribió una introducción al contrabandeado manuscrito. El gobierno francés prohibió inmediatamente La pregunta, pero se publicó otra edición en francés en Suiza. Tuvo mucho que ver en el desenmascaramiento ante el pueblo francés del verdadero carácter de esa guerra, cuyos métodos brutales reflejaban su carácter como una guerra colonial librada contra un pueblo. Esto fue especialmente importante porque el Partido Socialista (el cual ayudó a llevar a cabo la guerra) y el Partido Comunista no revolucionario (al comienzo no se le opuso y nunca se le opuso resueltamente) ayudaron a confundir a muchos franceses.
En una reciente entrevista radial desde Nueva York, Alleg, quien es hoy un historiador de 86 años que vive en París, respondió a una pregunta acerca de su experiencia diciendo que no se trata de si el submarino constituye tortura o no, sino por qué ciertos tipos de guerra requieren de la tortura en general:
“Estoy muy sorprendido de que esto [el que el submarino constituya tortura o no] sea el gran tema del día ante la opinión pública estadounidense y no otro: ¿Es una guerra como ésta una guerra que puede ser aceptada? ¿Es un país civilizado el que puede usar dichas cosas? Y, ¿es aceptable esta forma de combate… como dicen algunos militares, no puede ser de otra forma?
“Es una forma terrible de torturar, porque lleva a la víctima al borde de a la muerte y luego la devuelve a la vida. Y a veces no regresa. Así que, el uso de la tortura, en mi opinión, es una forma de hacer que todo mundo tenga miedo a que, si entra al combate… va a sufrir dicho trato. Por tanto, es el uso del terror en contra de los que combaten. No es una forma de conseguir información; a veces la consiguen, pero las más de las veces no sirve. No es una forma de triunfar en una guerra, aunque aquellos que lideran la guerra dicen que tienen la obligación de usar este método si quieren la victoria al final en la guerra. Ésa es mi opinión”.
En su libro de 1958, describió la experiencia así: Unos soldados lo amarraron con correas a un tablón, le envolvieron la cabeza en un trapo y se la pusieron bajo un grifo de agua abierto. Le dijeron que moviera los dedos cuando estuviera listo a cooperar. “El trapo se empapó rápidamente. El agua fluía por todas partes: en la boca, la nariz, en toda la cara. Pero por un rato todavía podía tomar pequeñas bocanadas de aire. Trataba, contrayendo la garganta, de tomar tan poca agua como fuera posible para resistir la sofocación manteniendo el aire en los pulmones por tanto tiempo como pudiera. Pero no pude aguantar más de unos cuantos momentos. Tenía la impresión de que me estaba ahogando, y una terrible agonía, de la misma muerte, se apoderó de mí. A pesar de mí mismo, todos los músculos de mi cuerpo luchaban inútilmente para salvarme de la sofocación. A pesar de mí mismo, los dedos de mis dos manos se sacudieron sin control. ‘¡Eso es! ¡Va a hablar!’, dijo una voz.
“El agua dejó de correr y me quitaron el trapo. Pude respirar. En la penumbra, vi a los tenientes y al capitán, quien, con un cigarrillo entre los labios, me golpeaba el estómago con el puño para hacerme expulsar el agua que había tragado”.
Luego, cuando no habló, lo comenzaron todo de nuevo.(Henri Alleg, The Question, University of Nebraska Press, 2006. La entrevista, hecha por Amy Goodman, está en democracynow.org. Este artículo del SNUMQG también usó material de un artículo del Independent, 1º de noviembre de 2007, de Leonard Doyle.)
Tomado de http://es.groups.yahoo.com/group/ServicioNoticioso_UMQG

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